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Octubre 3 al 14, $8200 USD por persona.
Tengo hasta hoy grabadas en mi mente las historias de mi abuelo. Una vez llegó un hombre a decirle. Siempre venían a decirle lo mismo: Don Jaime ayúdeme estoy varado ¡Ayúdeme! Y como el paisa desvaraba a todo el mundo; esa era la fama de mi abuelo. “Vayan a donde ese señor, y él los pone a trabajar”. Y yo decía: ¿Pero cómo lo va a poner a trabajar mi abuelito?
Y un día me quedé escuchando lo que les decía; y a uno le dijo: póngale cuidado lo que va hacer; póngale cuidado. Baje allá al puente “los indios”, ahí en la zona militar; ese es el puente “los indios”. Abajo, ahí pasa un río, en ese río hay unas piedras de tal color; esas piedras son buenas para afilar cuchillos.
Es una piedra conocida como piedra Calisto; creo que así la llamaban.
Mi abuelo les decía coja una piedra de esa ¡dele maceta! y váyase a vender esos pedazos, que todo el mundo las compra. Por eso le darán 100 pesos 300 pesos, ahí se levanta usted lo del día. Hágame, Hágame caso; tome. Y mi abuelo les daba mil, dos mil pesos.
¡Pero lo convencía!, eso es un “machete” es una mina de oro.
Después yo veo ese muchacho, porque no era un señor era un muchacho, pasar con un montón de piedras vendiendo y llegar donde mi abuelo entregándole una piedra ¡aquí le tengo la suya don Jaime! mire tan linda esta. Se la guardó con un aprecio. Le decían a mi abuelo: ¡Gracias don Jaime, Dios lo bendiga!, querían a mi abuelo.
Cuando mi abuelo fallece van muchas personas al funeral a llorar y a contar: Él me enseñó a trabajar, él me puso este negocio, porque él decía: por allá hay un negocio, venga y le digo lo que va a hacer.
¡Ponga cuidado, ponga atención pues! Usted se va a parar de eso.
Y a todo el mundo le daba un negocio solo contándoles las ideas “Están votando eso en esta fábrica… y esta otra fábrica, puede hacer eso, vaya véndales eso”.
El asunto es que llegó muchísima gente, me cuentan que casi 500 personas; el barrio alquiló buses para ir a despedir al abuelo, el barrio de San Francisco en ciudad Bolívar a don Jaime Gómez.
Yo nunca me olvido que mi abuelo estaba en cama, con cáncer ya muriendo. Yo llego a visitarlo y alcanzo a verlo de repente le dice a la abuelita: sáqueme mija todas las camisas y los pantalones. Él tenía unas camisas muy lindas que el tío Iván el hijo de él, le mandaba desde Noruega y mi mamá le mandaba de Japón.
Él tenía ropa muy bonita y le gustaba siempre estar de camisa y algunas no alcanzó ni a usarlas de tantas que tenía; por ser tan querido le enviaban siempre la camisa para el abuelo.
Y lleno de camisas bonitas dijo: Quiero ver mis camisas, cuélgamelas ahí y los pantalones.
Todos los días llegaban personas a visitarlo, a desearle a don Jaime que se recuperara pero él tenía un cáncer agresivo en los pulmones, iba a morir y él lo sabía. Las personas que salían de allá comenzaron a salir con un pantalón debajo del brazo, con una camisa colgando en el hombro y la abuelita dijo: ¿Está regalando la ropa? Y mi abuelo respondía: yo se las vendí.
Jaime qué vergüenza ¿usted cómo? ni que necesitáramos, ni que fuéramos pobres ¿Cómo va a vender la ropa? ¡Qué pena!
Ésos tienen ya platica y además eso es ropa fina y bonita y ni siquiera les cobré mucho por eso; eso es un negocio. ¡Y vendió toda la ropa!
El abuelo murió pero vendió toda su ropa porque era un vendedor.
Usted me dirá: Yokoi ¿Por qué me cuenta estas historias del Abuelo?, no solo porque las aprecio, sino porque es una época propicia para hablar de esto. En un momento de pandemia de crisis global, debemos tener “Ikigai”
Ikigai traduce: sentido de vida, es decir; cuando en Japón se ve a una persona haciendo algo a pesar de que es millonaria y lo sigue haciendo, sigue sembrando, sigue vendiendo papas, sigue vendiendo pescado, realmente él ya no lo necesita… pero todos dicen: ése es su Ikigai; él va a morir haciendo eso.
Se puede ir a pasear a cualquier lugar, hacer cualquier cosa y no necesita trabajar más; pero nada le genera mayor satisfacción que hacer su labor porque ése es su Ikigai.
Mi abuelo tenía Ikigai porque “Ikigai” no es de Japón es de todo aquel que descubre y se realiza haciendo algo que lo llena. Él amaba vender y murió vendiendo.
Cuando le pregunten: ¿Por qué sigue arreglando un local donde ya no vienen tantos clientes? ¿Por qué se levanta se arregla como si fuera a ir a trabajar si ya no nos dejan ni salir, estamos en una cuarentena? ¿Por qué sigue limpiando los productos? ¿Por qué sigue atendiendo bien a las personas si ya no vienen tantos clientes? ¿Por qué?. Porque es su Ikigai.
No lo hacemos ni por el éxito ni por el fracaso, ni por la crisis. ¡No! Es mi Ikigai. Yo trabajo en tiempos de éxito y en tiempos de crisis también.
Este es el momento de probar que lo que hacemos no lo hacemos por dinero, sino lo hacemos porque amamos hacer nuestra labor, atender bien a las personas, prestar un buen servicio. En tiempos de éxito lo hicimos; ¿cómo no lo vamos a hacer en tiempos de crisis?
Yokoi Kenji
No lo hacemos ni por el éxito ni por el fracaso, ni por la crisis. ¡No! Es mi Ikigai. Yo trabajo en tiempos de éxito y en tiempos de crisis también.